Centro de datos del Kyrgios-Sabalenka
El encuentro de este domingo se vendió como un gran espectáculo y como un partido que podía quedar en los anales de la historia. Y es posible que se acabe recordando dentro de 10, 20 o 30 años porque es una rara avis, pero no quedará en el imaginario por el gran intercambio de grandes puntos o por su emocionante desenlace.
La pista de la bielorrusa era un 9% más pequeña, lo que generaba una sensación desconcertante e incluso chocante. Aunque era una medida que tenía como fin equilibrar las diferencias a nivel físico, hay que tener en cuenta que se estaban enfrentando la número uno del mundo y el 671º del ranking masculino, un jugador casi retirado que llegaba a la cita sin ritmo alguno y con solo una victoria -ante Mackenzie McDonald- desde finales del 2022.
Kyrgios, un auténtico showman que contaba con un perfil idílico para una exhibición como esta, se mostró especialmente acertado al servicio en la manga inaugural, ya que ganó todos los juegos salvo el primero sin saque a favor. El jugador de Oceanía quebró hasta cuatro veces seguidas y aprovechó la tercera bota de set para tomar ventaja.
En el segundo y definitivo tramo, Aryna se mostró algo más solvente e incluso firmó una gran rotura de break antes de salvar las tres opciones que tuvo Nick para devolverle la jugada. El 3-1 acercaba el empate y hasta hacía soñar con la remontada, más si cabe dado el bajo nivel de forma del australiano, pero nada de eso ocurrió en los minutos posteriores, ya que la de Minsk se vino abajo tras quedarse a solo un punto de aumentar todavía más su renta y acabó claudicando por otro 3-6.