La lejana tarde del 28 de mayo de 2017 se quedó tatuada para siempre tatuada en la memoria de la gente del Club Deportivo Guadalajara, uno de los máximos referentes del fútbol mexicano, quienes creyeron que se trataba del inicio de otra época dorada en su rica historia.
Sin embargo, la realidad pronto se instaló muy lejos de sus aspiraciones pasionales y deseos fervientes por glorias, casi inmediatamente después de que Chivas conquistara su título nacional 12 frente a los poderosos y adinerados Tigres, en una atiborrado Estadio Akron vestido de rojo y blanco.
Lo que vino después en los siguientes años fue tan escabroso y dramático para la gente de Chivas que, quienes protagonizaron aquella victoria emblemática de hace casi 8 años, tienen un espacio perpetuo en sus corazones lastimados por temporadas raquíticas en las que colapsó todo lo que construyó alrededor de ese equipo.
La inolvidable era Almeyda
De los 51 años que tiene de vida Matías Almeyda, el argentino pasó tres en México. Tiempo suficiente para volverse un ídolo de Chivas. Desde su llegada, el ‘Pelado’, acostumbrado a a superar la constante adversidad en su vida, avisó que había llegado al país a despertar a un gigante y en su pasó ganó cinco títulos.
Pero de sus tres años al frente del club rojiblanco, el último fue, sin duda, el más glorioso: Chivas ganó Liga, Copa y Liga de Campeones de Concacaf. Convencido del talento mexicano, Almeyda siempre respeto y valoró la tradición del club de jugar con puros futbolistas nacionales.
En ese último año, a la par del Pelado, varios jugadores alcanzaron ese glorioso mote y sus despedidas, por los malos manejos dirigenciales, fueron dolorosas heridas que el tiempo no ha podido sanar. Porque, más allá de las copas alcanzadas, la gente extraña el sentido de pertenencia que el equipo generaba y que sólo pudo volver a ver con el serbio Veljko Paunovic.
El doloroso paso del odiado rival
Pero si la ausencia constante de proyecto deportivo y las constantes malas decisiones de la dirigencia no fuera suficiente para hacer sufrir a la gente del Guadalajara, esa noble afición ha tenido que ver y soportar como el América, su odiado rival, ha podido consolidar una idea futbolística basada en una sólida planeación que la ha dado tres ligas mexicanas consecutivas.
Tras cada conquista y título alzado por sus jugadores, todos los ojos mediáticos del país voltean irremediablemente hacia Chivas como parte del folclore sano del deporte más popular del mundo, mientras el país se pregunta si el cuadro rojiblanco podrá ser capaz de revertir esta realidad insostenible para la pasión de su gente.
Sin embargo, no es sólo la disparidad de triunfos en los últimos años lo que afecta a la afición rojiblanca, sino la sensación de abandono constante y un futuro oscuro en el horizonte sin un proyecto deportivo como base.
Porque mientras Chivas ha visto claudicar rápido los prometedores procesos de Paunovic y del argentino Fernando Gago, su gente ve con dolor como las Águilas han encontrado en André Jardine a una mente maestra capaz de reinventarse ante cada contexto adverso para seguir acrecentando la historia del club capitalino.
La melancolía como apuesta deportiva
Y aunque los dos primeros títulos consecutivos de América dolieron, el tercero provocó una reacción furibunda y en cascada por parte de la gente de Chivas. Ante ese malestar, la directiva del Guadalajara hizo algo que ha hecho poco en los últimos años: comenzó a planificar un proyecto deportivo.
Primero eligió al catalán Oscar García como su entrenador. El exfutbolista del Barcelona se ha consolidado como un técnico capaz de forjar buenos equipos sacando lo mejor de la materia disponible y, sobre todo, de jugadores jóvenes como los que cuenta Chivas. Después, la directiva rojiblanca apunto alto y se dispuso a gastar hasta 25 millones de dólares, una cifra que no suele aparecer en cada mercado de fichajes.
No obstante, como si fuese una especia de estrategia de comunicación, los directivos de Chivas han optado por sí, apuntalar al equipo, pero al mismo tiempo mimar a su gente con futbolistas que brillaron y fueron determinantes junto al Pelado Almeyda en aquella época gloriosa del club.
El primero es Alan Pulido, el delantero mexicano que anotó el primer gol en aquella final ante Tigres y que se fue ganando a la afición con goles y pundonor. En tres años, el ariete gritó 69 veces junto a la gente mientras la pelota descansaba en la red. Pero aunque su regreso ha provocado una inevitable felicidad, el hecho de que tenga 33 años plantea dudas sobre si es la mejor opción para un flaco ataque rojiblanco que ya cuenta con Javier Hernández, tal vez el gran regreso nostálgico que no ha podido marcar diferencia alguna.
El segundo es Orbelín Pineda, el ‘Maguito’ guerrerense que fue un motor incansable en el equipo de Almeyda y desde donde se originaron gran parte de las alegrías de la gente en esa época. Tras dos temporadas buenas en Grecia, Pineda está por cerrar su regreso al Guadalajara. A diferencia de Pulido, sus 28 años ilusionan sin disimulo a la afición.
Con esos dos nombres como bandera, Chivas arrancará la temporada este fin de semana con la misión de interrumpir el buen paso del América. Y lo hará matando la nostalgia de los tiempos buenos, esos que están en la mente de su gente pasional a la que le ha quedado muy corta una dirigencia poco capaz.