Más

Opinión | Pachuca, rival del Madrid y gran representante internacional del fútbol mexicano

Pachuca celebra el pase a la final.
Pachuca celebra el pase a la final.MAHMUD HAMS / AFP
Pachuca, el único club mexicano que ha logrado ganar un torneo internacional de relevancia, accedió a la final de la Copa Intercontinental frente al Real Madrid tras superar al mejor equipo de Sudamérica y al de África. Un episodio más de júbilo en el fútbol mexicano que añora ser parte de la élite.

La primera vez que se escuchó 'chiquitibum a la bim bom ba' en un estadio mexicano, la gloria del juego se carcajeó y se alejó para siempre. En nuestras gradas se vivía una kermés amigable con algunos pocos indicios de seriedad que eran ahogados cerveza tras cerveza. Ir a ver fútbol fue para nosotros extender la fiesta del sábado al domingo. Las rivalidades que se construían en la cancha las disfrutábamos con el mismo goce que una trama de una película de Pedro Infante. Al enemigo se le aborrecía, pero, lejos de entender que sin él no podíamos vivir, se le buscaba amedrentar con miradas fijas y alientos embravecidos con licor. Nos olvidamos de la pelota. De la esencia.

Después vino la ola. Esa coreografía marítima que deslumbró al mundo entero. Pronto tomamos el papel de organizadores de festejos irrelevantes. ¡Ah, nosotros tan bizarros! Capaces de comernos un chile a mordidas y de disfrutar del juego más popular del mundo sin una pizca de ambición. Teníamos nuestras costumbres muy establecidas. Una idiosincrasia singular que no incluía escuchar partidos de fútbol por la radio al filo del colapso nervioso de nuestro sistema. Nuestra identidad no incluía a la redonda. Nosotros le 'íbamos' a unos colores, pero jamás podíamos decir que éramos parte de ellos. Porque el sentido de pertenencia era exclusivo de la virgen guadalupana y, tiempo después, de algún partido político.

Cuando el mundo se le entregó al fútbol y los mundiales pasaron a ser más importantes que los venerados Juegos Olímpicos, asistimos siempre con la idea de representar a nuestro país por todo lo alto desde el sano espíritu de que participar siempre era más importante que ganar. El nacionalismo mexicano es el único punto en común de una sociedad distanciada donde la brecha entre adinerados y pobres se extienden cada día, sin una solución a la vista. Los puestos de tacos y la selección nacional son los puntos donde el clasicismo se esfuma. El fútbol nos une, sí. Pero cuando la realidad internacional nos deslumbró, el sufrimiento apareció.

Un cambio importante

México organizó el mundial de 1970, y la televisión entró en escena. Ese refugio nuestro de telenovelas y noticieros al servicio del poder descubrió de pronto la mina de oro que estaba en sus manos. El color apareció en las pequeñas pantallas y el amarillo brasileño conquistó nuestras pupilas. Lejos de tratar de imitar sus dotes y sus logros, la veneración fue total. Ellos eran los extraterrestres en son de paz, nosotros los terrícolas que les dábamos la bienvenida ofreciendo nuestros corazones. Nos divertíamos viéndolos jugar. En las calles los niños nombraran a Pelé, Tostao o Rivelinho antes de tirar a la portería hecha con piedras. Desde ese momento el fútbol nos acomodó en la zona VIP de espectadores.

Perder en justas mundialistas se hizo costumbre. Amantes del espíritu deportivo, aplaudíamos a los nuestros si el esfuerzo había sido total y nos burlábamos de nuestras desgracias si nos habían pasado por encima. Nacieron los ratones verdes y "el jugamos como nunca, perdimos como siempre". Y nos reíamos de los sucesos y de quien se tomaba en serio sentirse derrotados. Es solo fútbol, decían quienes pedían cordura y atención por las cosas importantes. Mientras, lejos de nuestras fronteras, veíamos como identidades nacionales se construían alrededor del juego. Como un sinfín de historias se quedaban para siempre basadas en 90 minutos. El protagonismo internacional nos quedaba grande. Pero seguíamos felices echando porras a todo pulmón.

Un día la envidia sana se esfumó tan falsa como es. De pronto quisimos que nuestros vaivenes en mundiales fuesen más que meras apariciones de actores secundarios. La cultura del fútbol en el país requería un cambio. Había que competir. Teníamos que saborear el sabor del triunfo. Era cuestión de tiempo. Entre 100 millones de mexicanos, la probabilidad de encontrar 11 que jugaran bien era muy alta. Entonces el trabajo comenzó y la renovación comenzó a esparcirse por todos lados. En las gradas comenzaron a escucharse canciones del sur con el acento porteño fingido. Tomamos la violencia y poco de la pasión. El ambiente familiar se preocupó. Nuestras raíces ancestrales violentas nos afloraba en el subconsciente.

Conquistas destacadas

Imitamos el aliento y el 'aguante' sin entender de la idiosincrasia sudamericana donde se es socio del club. Donde ser de unos colores implica más que estar al pendiente cada fin de semana. Se hace identidad desde que la organización es un conjunto y no un deseo particular. Donde cada barrio o cada ciudad tiene su emblema futbolístico. A falta de eso en nuestro territorio, nos refugiamos en las fuerzas básicas que pronto nos harían soñar. Los chicos menores de edad pusieron la muestra con dos Mundiales sub-17 ganados. 

Hambrientos de triunfo desde su mentalidad amateur en formación nos llenaron de alegría. Luego el profesionalismo mexicano tan contaminado por un sinfín de vicios los alcanzó.

Una racha que deja dudas.
Una racha que deja dudas.Flashscore

Nuestro Tri o cualquiera representación nacional en torneos de clubes eran bienvenidos por el desglose financiero que dejaban en su paso. La afición ya tomaba en serio al juego, tanto que se convirtió en un distractor y en un discurso de intelectuales creídos de tener una mente superior. Queríamos ganar. Necesitábamos ganar. Pero pronto nos dimos cuenta de nuestra realidad. Lejos de alzar copas, éramos como esos invitados que ambientan la fiesta con sus chistes y al segundo trago caen dormidos embriagados, antes de que el coqueteo empareje a desconocidos. Cuando despertábamos, la fiesta ya estaba en otro nivel y había que regresar a casa solos y cabizbajos.

Y ese desasosiego se volvió perpetuo, para desgracia de tantos, cuando se eliminó para siempre la posibilidad de que México participara en la Copa Libertadores, el gran feudo competitivo, férreo y pasional de nuestro continente, y en el que habíamos sabido competir hasta instancias finales, sólo para seguir aglomerando más añoranzas de gloria con finales jugadas por Cruz Azul, Chivas y Tigres.

Pachuca: la honrosa excepción

Entre todos esos episodios que han colaborado para agrandar la leyenda de nuestro estilo de vida pasional basado en el ‘ya merito’, está el Club de Fútbol Pachuca. Los tuzos presumen de ser la cuna del fútbol mexicano y de tener un proyecto sólido basado en la multipropiedad construida y ejercida por el empresario Jesús Martínez. 

Mientras el Grupo Pachuca espera la resolución de la FIFA para saber si puede competir en el próximo Mundial de Clubes, el equipo de Guillermo Almada arribó a la Copa Intercontinental con una sola misión: demostrar que lo que pasa en la dirigencia dista mucho de lo que ocurre en el campo. 

Con destreza, sufrimiento y suerte, Pachuca se metió este sábado en la final de la Copa Intercontinental, donde enfrentará a un Real Madrid que lucha contra un calendario feroz que tiene menguados a sus estrellas. Las victorias frente al Al-Ahly egipcio y, sobre todo, contra Botafogo, volvieron a poner sobre la mesa el debate de lo mucho que podría aportar México y sus clubes en competencias internacionales de gran relieve. 

Últimos resultados de Pachuca.
Últimos resultados de Pachuca.Flashscore

Y, por encima de todo, esta nueva proeza hidalguense realzó la historia del Pachuca, quien supo cimbrar al país tras ganar la Copa Sudamericana en 2006 frente al esplendoroso Colo-Colo de Alexis Sánchez, Arturo Vidal y Humberto Suazo.

Jesús Martínez se mostró furioso por la posibilidad de que la FIFA eliminara a uno de los dos equipos del Grupo Pachuca que están clasificados para el Mundial de Clubes. "Se lo ganaron en la cancha", dijo fuerte y claro. Y este sábado, mientras un país vuelve a poner sus ilusiones de élite en sus espaldas, sus Tuzos no lo hicieron quedar mal. 

Sigue la final a través de Flashscore.