Este sábado, a partir de las 18.30 horas, el Leganés estará nuevamente entre el cielo y el infierno. Un año después de ascender a Primera División, los hombres de Borja Jiménez están obligados a ganar al Real Valladolid y esperar que el Espanyol no venza a Las Palmas en Cornellá.
La situación pepinera es todo un viaje al pasado. Concretamente, al 19 de julio de 2020, cuando se jugaron la permanencia en un Butarque con las gradas vacías contra un Real Madrid que ya había ganado el título.
Todo en aquel año fue raro, desde los cambios derivados de la pandemia de Coronavirus que asoló al mundo, hasta la fecha veraniega en la que finalizó el campeonato, pasando por los estadios sin público en los cuales se disputaron las jornadas pendientes para completar el calendario.
En aquella ocasión, el Lega también debía ganar y aguardar un tropiezo en otro partido, en este caso de Celta de Vigo. Sobre el papel, la tarea era más complicada que ahora por medirse al campeón y no a un ya descendido como el Valladolid.
Con las yemas de los dedos
Entonces, el camino de los vigueses se antojaba además más sencillo, dado que visitaron al ya descendido y último de la tabla Espanyol, en Barcelona. Todo estaba en contra y los de la capital de España no dependían de sí mismos.
La tarde no empezó demasiado bien para el Leganés, con Sergio Ramos haciendo el 0-1 a los 9 minutos y los celestes empatando en Cataluña. Sin embargo, pese a que Marco Asensio hizo el 1-2 en el 52', los pepineros lograron igualar ambas veces y llegar con opciones, y buenas ocasiones, al tramo final.
Desafortunadamente, los del sur de Madrid no encontraron el acierto con el que desequilibrar la contienda a su favor y permanecer un año más en Primera. Por su lado, el Celta salvó los muebles igualando 0-0, pero sintiendo el aliento de los de Javier Aguirre en el cogote hasta el último suspiro.