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México y la pesadilla de la Nations League

Javier Aguirre, con México
Javier Aguirre, con MéxicoVictor Lannes / AFP
El históricamente llamado ‘Gigante de la Concacaf’ vive un tiempo de renovación mientras trata de reencontrarse con una identidad perdida en un camino lleno de tropiezos y en el que se prioriza, por encima de todo, el aspecto económico. Prueba de ello es su incapacidad para ganar la reciente Concacaf Nations League.

Tras perder el partido de octavos de final en el Mundial de Rusia frente a Brasil, la Selección Mexicana de Fútbol inició un letargo profundo en el  que comenzó a cosechar lo que los directivos sembraron durante años. Luego de un par de sustos en pasadas eliminatorias, el Tri se enfrentó con un presente muy cuesta arriba y con un futuro caótico por delante. 

Ya sin el respeto de antaño en la zona, con rivales evolucionando cada vez más, México tuvo que afrontar sus compromisos deportivos con jugadores asentados a nivel local y sin la ambición por jugar en ligas más competitivas por estar acurrucados en una zona de confort millonaria que era difícil de dejar atrás. 

En ese contexto llegó en 2019 el denominado sistema Nations League en las confederaciones futbolísticas. Con el fin de darle validez a fechas FIFA cada vez más desangeladas, el máximo rector del deporte más popular del mundo, organizó este modo que localizó los enfrentamiento entre selecciones, agitando las rivalidades regionales.  

Desde entonces, en tres ediciones concluidas, México no ha podido alzarse con el título de la competencia. Una mancha dolorosa que ha calado hondo, no sólo por las derrotas en sí, sino por las formas y el contexto en el que se han suscitado las tres eliminaciones. Descalabros que afectaron de sobremanera a futbolistas y entrenadores por igual. 

Una hegemonía estadounidense

En la primera edición del torneo, México cumplió el pronóstico de llegar a la final frente a Estados Unidos –no sin polémicas en el camino— en la que encontró un rival sediento de ver a su némesis caer. Pero esa derrota, por 3 goles a 2. Sería el inicio de un rumbo incómodo que le daría dolores de cabeza que pronto se convertirían en migrañas institucionales. 

Al la edición siguiente, la de 2022-2023, muchos vendieron el encuentro entre México y Estados Unidos como una revancha anunciada. No obstante, el cotejo esperado que se dio en semifinales, sería un trago difícil de pasar para el cuadro mexicano que no sólo no mostró argumentos deportivos, sino que ni siquiera pudo presentar una cara combativa contra el acérrimo rival de toda la vida. Dejando un hueco emocional y difícil de asimilar para la gente, que tuvo un motivo más para reprochar a los suyos, mientras el sentido de pertenencia respecto al seleccionado se hundía cada vez más.  

Para colmo, ambas selecciones se volvieron a ver las caras en la siguiente edición. Otra vez una final, y otra vez un doloroso descalabro que dejó heridas hondas y profundas que han sido difíciles de sanar. Pero, por sobre todas las cosas, ese 2-0 también dejó  claro que, ya con pocos partidos antes del Mundial en casa, no existía un proyecto a la altura pasional de una gente fervorosa. 

Despidos y proyectos interrumpidos 

Los descalabros deportivos y la falta de actitud esperada por la gente en todas las ediciones, también dejaron para la historia inevitables procesos esporádicos, demostrando que nunca habían tenido un sustento federativo sólido como cimiento. 

El primero fue el de Diego Cocca, ídolo de Atlas por un bicampeonato doméstico de revuelo, que estuvo poco tiempo al frente del seleccionado, justo en medio de cambios determinantes en la cúpula de la Federación Mexicana de Fútbol. El despido del argentino fue la primera alerta roja de que había decisiones improvisadas y sin más sustento que intentar apagar los  fuegos críticos de una afición dolida. 

El siguiente despido memorable fue el de Jaime Lozano, ganador de una medalla de bronce con México en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. El Jimny, uno de los entrenadores que encabezan la siguiente oleada de directores técnicos jóvenes mexicanos, representaba la idea de que un joven estratega iba a poder reedificar el camino al entender la idiosincrasia del futbolista nacional. 

Pero, superado por un contexto de presión alta, Lozano no pudo lograr a Estados Unidos en el torneo y llegó a una Copa América organizada en Estados Unidos con una presión que nunca pudo manejar. Al final, una eliminación en fase de grupos, simbolizó un doloroso fracaso que fue imposible de apoyar por los reclamos de la gente. 

Aguirre: experiencia para quebrar la maldición

En esta nueva edición, un veterano Javier Aguirre intentará romper la sequía en Nations League frente a Canadá por la semifinal de la justa que se disputará el próximo 20 de marzo y para el que ha dado una larga prelista de la que más adelante, el 10 de marzo, sacará a los elegidos para ese compromiso de suma importancia.

Porque más allá de romper la hegemonía estadounidense en la justa, para el Vasco significa comenzar a edificar la recta final de un proceso complicado de cara al próximo Mundial en casa. Una bomba que ningún entrenador quisiera tener en las manos por el miedo a que le pudiera explotar en cualquier momento. Pero, por raro que parezca, es un escenario del que Aguirre se ha alimentado durante toda su carrera y por el que no ha dejado de dirigir, tras décadas en los banquillos. 

Un mes crucial para México, su gente y su fútbol. Con un tercer Mundial en casa a la puerta y pocos partidos pendientes antes d esa gran justa, la CONCACAF  Nations League ha adquirido una importancia inusitada y de la que todo un país estará al pendiente con sus cinco sentidos bien abiertos.